¡Ah! He aquí un secreto, hija:
la mariposa es flor emancipada.
milagro sin tallo, sin raíces
moza insumisa,
que, de tanto mirar al cielo,
cambia pétalos por alas
pistilos por balancines.
Deja la fría seguridad de la tierra
el cobijo de la inmutabilidad
la esperanza de que renacerá, cada primavera,
y se vuelca a vivir como rareza trashumante
con su talego de color a cuestas
retando al viento, la indiferencia del jardinero,
las estaciones, las horas hechas segundos,
las curiosidad impía de los novicios
la avidez del taxonomista,
la sospecha de que su vuelo será breve, muy breve.
Prefieren coronar la cabeza de las niñas
como lazos vivientes
y retornar a morir a la tierra
una vez que su dulce rebelión
se ha completado.