Estos cuchillos que arrojaron las bocas amadas
¡Ah, esos cuchillos!
Tan pulcros en su daño
Milimétricos en su aterrizaje
Incrustados en el centro del cuerpo,
justo allí, donde lo desmantelan todo:
la serenidad
el deseo que junta y somete
el atisbo de las tormentas que nos salvaron
el límite del abismo
esta casa que construimos con medidas equivocadas
Todos los años, apilados como libros mudos, fieles, marchitos.
Todo.
Estas balas indolentes
Precisas
Atletas volviéndose humo en el salto
filo que se zambulle a fondo en el músculo palpitante
y lo deja expuesto
despedazado bellamente, sin suturas.
Entonces el buen siglo se reduce a un soplo maldito
una cama deshabitada
la hondura que no da tregua.
Súbita, impotente Alicia,
este agujero en el que caigo,
caigo
caigo.
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