domingo, 26 de junio de 2022

AVISO





A Justo Donís, in memoriam 


Que la muerte llegó para buscarte:

He allí el gusano flotando en el café de la mañana

La púa que licuó voz y garganta 

Agujero en pañuelo blanco.


Nadie lo quiso creer

Todos vaciaron sus bolsillos 

Todos dudaron, buscaron indicios

Tu saludo intempestivo

tu golpe de incorrección, tu curiosidad implacable

tábano besuqueando tenaz el anca del caballo.

Rastreamos, aquí y allá 

los restos de tu mirada llena de cristales

La inteligencia que pica y lame, destroza y zurce, 

que arma y desarma 

regalo magnífico para quien la soportase. 


Buscamos en el patio, en el zaguán,

el armario, la casa verde

La silla que domesticó tu médula,

en la azotea 

donde el olor del toronjil quemado se elevaba.

 

Nada. Ni una miga de tus asombros

Apenas el chasquido del alma que parte sin jarana,

nos han dicho,

Apenas el aliento para despedirse del último dolor,

La columna machacada

El pecho hundido

las pupilas vencidas por esta ceniza de dos siglos

la peste negada tres veces, la peste cortando los últimos hilos. 


Que la muerte llegó para buscarte, nos avisan

Y tú fuiste en pos de aquel beso,

a pesar de tu pavor, quién lo diría.

Al filo de las primaveras sin uso

ganó la cortesana jorobada, la que siempre esquivaste

Y nos has dejado sin señales.


Justo así, y tan breve

Apenas telegrama

Al revés de lo que fuiste

boca llena, risa en síncopa, exuberancia,

la oliva, el río, la paciencia feroz de quien cría

Tu melancolía de padre trashumante,

Playa, Monalisa, páramo, caracola, laguna negra, 

ciudades imposibles en las que habitaste. 

¡Tanta hambre de lo bello!

Todo el temblor y el acero

que ayer nos bastaba. 

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