jueves, 18 de junio de 2020

CIRCE





Circe,
tan ávida de amor
Tan desolada
Tan malquerida Circe
Incomprendida.

¿Acaso nadie vislumbró antes en ella
los domicilios de la dureza de Hécate,
la molicie de quien la poseyó 
sin penas ni glorias en Cólquida,
la costra doliente de sus menguas?

¿Acaso Odiseo
-espejo en su incompletitud y sus roturas-
supo nadar a través del humo,
supo colmar con dulzuras la entraña angurrienta
supo renunciar a la bestia,
al terror
y entregarle su humanidad en vaso lleno?

Quizás.

Quizás la casa de piedra
cedió como el sudario que cada noche destejían en Ítaca.
hembra dispuesta a exhumar el estremecimiento,
la blandura que se había tragado la peste
harta de pastorear cerdos, 
leones con ojos y pezuñas de hombres
hombres como lobos hambrientos y mansos.

Capaz, sí,
de retoñar en la ofrenda del amor sin amor
el pacto de entrega y renuncia.
Sierpe despellejada,
resuelta a respirar en lo adelante con la daga en las costillas.
condenada a recordar por siempre,
a internarse en el bucle agrio y dulce
a vivir, sin embargo.

Quizás entonces Circe no haya dejado de ser Circe,
de ser bruja,
sabia,
mujer furiosa,
espléndida domadora del aullido
y sí la mariposa exhausta de sus metamorfosis.

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