Qué más dar, que no haya dado.
En qué canopes hurgar, que ya no haya vaciado
Si desgastaste tus dedos en las cavernas de mis tajos
He abierto mis venas, viste manar de ellas
un fluido invisible
cuyo exilio furioso
no logra darme muerte,
Y que sin embargo
vacía mis pulmones,
En qué canopes hurgar, que ya no haya vaciado
Si desgastaste tus dedos en las cavernas de mis tajos
He abierto mis venas, viste manar de ellas
un fluido invisible
cuyo exilio furioso
no logra darme muerte,
Y que sin embargo
vacía mis pulmones,
fuelles agujereados
maquinaria sin alma.
Qué más pides de mí
Si me he partido en dos para endulzarte
Rota, desmigajada
ungida en este inclemente manoseo
sumergida en especias y su condenado efluvio
detenida en la cresta del estallido
aboliendo el grito
así
mi cerebro emigrando a través de mis fosas nasales
y yo, sin poder moverme
así
la sonrisa embalsamada
taciturna ante los sacerdotes
oculta bajo mis vendas, para que otros me crean ciega
muda,
momia sin lengua
despojada de nervios.
Qué más pedir
Qué otra cosa dar, otros preguntan.
Siempre quedan costras en el fondo, sin embargo.
Ya he agotado seis de mis siete siglos de existencia
aún así, he de conjugar presentes
entera, a pesar de la desgana,
presa de este eterno devenir
de esta aparatosa calma
de todo el pavor del desamor
que me rebana.
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